Cada vez son más y más los profesores que os recomiendan “cambiar el chip” y pensar en inglés para usar la lengua de Shakespeare con mayor naturalidad. Seguro que vosotros os habéis visto en muchas ocasiones intentándolo sin éxito. Claro, porque es imposible. Intentarlo sólo lleva a la desesperación y a la frustración. Y esa es la razón por la que todos los años cientos de estudiantes abandonan la enseñanza de idiomas.
Nuestro consejo es otro: piensa siempre en tu lengua materna, traduce después.
La lengua materna no es más que el idioma en el que una persona se siente más cómoda. Normalmente nos la enseñan nuestros padres y es la que usamos desde nuestra más tierna infancia para relacionarnos con nuestro entorno más inmediato. Es, por tanto, la lengua que dominamos de forma natural.
Cuando empieces a aprender un idioma, inglés por ejemplo, detente un segundo y piensa en español aquello que quieres decir. Muchas veces tendrás que acostumbrarte a simplificar las ideas o el discurso, buscar sinónimos u otras maneras de expresar lo que querías decir. Es fácil si lo haces en español, pues esos mecanismos lingüísticos te han sido transmitidos desde bien pequeño. Es un proceso que se ha vuelto natural a fuerza de escuchar y practicar desde que eras un bebé.
Una vez que has pensado en lo que quieres decir, traduce a la lengua meta. Ya está. Ya tienes tu primera oración formada. Ha sido mucho más sencillo de lo que parecía. Ahora sólo tienes que ir repitiendo el proceso de manera continua, ampliando cada vez más tu vocabulario y aprendiendo muy bien las reglas gramaticales, que, aunque denostadas en muchas ocasiones, son fundamentales. No te preocupes demasiado si cometes errores al principio: es normal, también lo hacías cuando empezaste a hablar español. Los niños muy pequeños dicen “cabo” en vez de “quepo” o “no sabo” en lugar de “no sé”, y no parecen sentir vergüenza.
Una vez que te acostumbres a traducir tus pensamientos, descubrirás que estos van saliendo solos. Acabas de llegar al último paso: la automatización. Ese es el punto en el que se considera que estás “pensando” en inglés. El chip se ha cambiado solo. ¡Enhorabuena!
Nuestra recomendación, en cualquier caso, es que no te enfrentes al proceso en solitario: ser autodidacta está muy bien si se cuentan con herramientas adecuadas, pero a menudo es un camino largo y tortuoso, ya que nadie corregirá tus errores y corres el riesgo de automatizarlos junto con los aciertos.
Lo mejor que puedes hacer es dirigirte a un centro de idiomas donde una serie de profesionales, así como otros alumnos, trabajarán contigo desde el principio. Te corregirán, te guiarán, te darán materiales cuya eficacia haya sido ya probada, y facilitarán al máximo, en definitiva, tu capacidad para ir poco a poco “pensando en inglés”.