Hola a todos los asistentes:
Hace unos días comenzamos esta serie de artículos sobre lo que nos ha ido enseñando la pandemia de coronavirus y su gestión en cuanto a la enseñanza. Sí, de acuerdo, no todos han aprendido lo mismo. Ya vimos que no pocos prefieren mirar para otro lado para evitar que la realidad les rompa los dientes.
Independientemente, que la enfermedad ha acelerado el proceso de digitalización económica, educativa, y de otros tantos sectores es innegable y bueno, pues permite ahorrar tiempo y dinero, y facilita la conciliación y la protección del medio ambiente. Nada que objetar. Pero entonces, ¿por qué tanto problema al llevar a cabo clases y proporcionar recursos adecuados? ¿Por qué el alumno, con tantas facilidades para trabajar y aprobar desde casa ha seguido rindiendo con mediocridad en muchos casos? La respuesta ha de buscarse en el desfase, en todos los niveles y ámbitos, que genera la educación.
Dicho desfase se da, en primer lugar, en los contenidos: desde que el alumno entra al colegio o instituto de turno, se enfrenta a una enorme cantidad de asignaturas entre las que se incluyen música, educación plástica, educación física o la correspondiente materia dedicada a formar el espíritu del niño, ya sea Formacion del espíritu nacional, Educación para la ciudadanía o Ética, como se llamaba en mis tiempos. No niego, ciertamente, la importancia de estas asignaturas, pero sus contenidos podrían reintegrarse en los de otras con el fin de liberar espacio para enseñar otras cosas que el mercado premie y necesite como informática, programación, o incluso otras más mundanas como gestión microeconómica o introducción al derecho.
Llámenme raro, pero luego no se quejen de los altos índices de paro juvenil. Los chicos y chicas, una vez terminada su formación, saben poco o nada de la vida real. Saben poco o nada de lo que las empresas realmente necesitan. Saben poco o nada sobre el manejo de las cada vez más fundamentales nuevas (o no tan nuevas a estas alturas de la película) tecnologías. Tecnologías que, sin embargo, se utilizan cada vez más ahí fuera, y sin cuyo conocimiento les es más que difícil entregar informes o redactar documentos que requieran algo más elaborado que el copia y pega de Wikipedia.
Este es el principal desfase que nuestros jóvenes, sus hijos, arrastran. Pero no es el único. Existe otro desfase, mayor si cabe, en el contenido de ciertas asignaturas fundamentales para la educación básica como Lengua castellana, Historia o Matemáticas. Niños cuyos profesores y padres han privado de conocimiento de nuestra cultura en ámbitos tan básicos y evidentes como las tradiciones populares, la Navidad o la Semana Santa componen la generación sobre la que descansarán no sólo nuestras pensiones, sino nuestro futuro sociocultural y nuestra, en definitiva, civilización.
Pintar, pintar; lo que se dice pintar, no pinta nada bien...
No hay comentarios:
Publicar un comentario